Desde la fachada de la basílica, si cruzas un corto atrio, te encontrarás en un espacio interior muy particular. A pesar de las renovaciones, el interior tiene todavía el aspecto que tenía en tiempos del Imperio romano, como puedes ver por ejemplo en los cuatro grandes nichos que rodean el vano central. Los materiales de construcción fueron reciclados en parte de un anfiteatro romano cercano, del que todavía se pueden ver algunos restos en el parque arqueológico junto a la basílica.
Lo principal que diferencia a San Lorenzo de otras iglesias construidas en Milán durante el mismo periodo es que tiene una planta central, es decir, no tiene naves. Se trata prácticamente de un espacio cuadrado, abovedado y rodeado por un amplio corredor. La galería superior estaba reservada a los personaje ilustres o a las mujeres, y por eso se llama "matroneo".
En torno al cuerpo central hay algunas capillas. La más importante es la primera a la derecha, dedicada a San Aquilino. Te señalo sobre todo la espléndida portada romana de mármol, con una animada carrera de carros que nos recuerda que aquí cerca se encontraba el circo romano, donde se desarrollaban estos espectáculos.
En las paredes puedes ver fragmentos de mosaicos, y en el atrio quedan todavía restos de las figuras monumentales de los doce fundadores de las tribus de Israel, mientras que en la capilla se conservan dos mosaicos, uno entero y el otro fragmentado. Mira con qué realismo están representados los cuatro caballos, que bufan y se giran.
Como te habrás dado cuenta, la basílica también alberga muchas pinturas de diferentes épocas. Una de las más singulares es el fresco que se encuentra al final de la visita: es una de las réplicas más antiguas de la Última Cena de Leonardo, realizada por un pintor anónimo lombardo, pocos años después de la ejecución de la obra maestra.
CURIOSIDAD: en la segunda mitad del siglo XVI, un incendio dañó gravemente la basílica. Los trabajos de reconstrucción, sin embargo, se detuvieron casi de inmediato, por falta de fondos. Entonces el arzobispo de Milán predijo que ocurriría un milagro. Y el milagro se produjo un año más tarde, cuando una mujer gravemente enferma se curó repentinamente mientras observaba una Virgen pintada. El hecho provocó la generosidad de los milaneses y se reanudaron los trabajos.