Incluso si no has tenido la suerte de conseguir entradas para alguna representación, te sugiero igualmente que visites el interior del teatro. Primero ve al vestíbulo, es decir, al gran atrio interno, deslumbrante y de estilo neoclásico, donde puedes pasar revista a los bustos de compositores y directores de orquesta. Si llegas a uno de los palcos, puedes asomarte a la gran sala en herradura, toda en tonos rojos y oro, y vivir la emoción de estar en uno de los teatros más fascinantes del mundo. Con un poco de suerte, ¡podrías llegar a presenciar un ensayo! La sala tiene cuatro niveles de palcos y dos niveles de galerías: la galería superior, que tiene los asientos más baratos, es el famoso y temido "loggione", y es aquí donde tradicionalmente se ubica el público más exigente, que está presto para aclamar, pero también para silbar sin piedad las óperas y a los cantantes menos virtuosos. En el centro de la sala se encuentra el enorme y suntuoso Palco Real.
Entre la platea y los palcos, el teatro puede albergar a cerca de tres mil espectadores. El escenario fue ampliado una primera vez a principios del siglo XIX y remodernizado hace unos años. Aunque no lo parezca, si se ve desde la platea, el escenario tiene una anchura mayor que la de la sala, por lo que puede dar cabida a producciones de extraordinaria complejidad. Ahora haz una pausa y ve al Museo Teatral.
Si te gusta la música y sobre todo la ópera, ¡en el Museo Teatral encontrarás lo que buscas! En este recorrido de catorce salas verás recuerdos e instrumentos musicales que han pertenecido a compositores, intérpretes y personalidades del teatro. Te recomiendo de manera especial la colección de retratos de músicos, sección que incluye objetos relacionados con Giuseppe Verdi. El museo ha sido restaurado recientemente por Pier Luigi Pizzi, director, escenógrafo y diseñador de vestuario que ha vinculado su nombre a numerosas producciones operísticas.
CURIOSIDAD: a finales del siglo XVIII, los palcos de La Scala eran propiedad de las principales familias de la ciudad. Sus miembros podían hacer lo que quisieran durante las representaciones, invitar a amigos, comer e incluso jugar a las cartas, hablando en voz alta. ¡Imagínate lo contentos que estarían los cantantes y los músicos!