Como puedes ver a primera vista, la Cesta con frutas es un tesoro entre los tesoros de la Pinacoteca Ambrosiana. El lombardo Michelangelo Merisi, conocido como Caravaggio (por el nombre del pueblo de la provincia de Bérgamo en el que nació), fue ciertamente el pintor italiano más grande de su tiempo. Piensa que cuando pintó este cuadro, entre 1594 y 1598, no había cumplido todavía los treinta años. Había dejado Milán hacía pocos años para trasladarse a Roma. Su notoriedad estaba aumentando rápidamente gracias a la atención de los coleccionistas cultos y refinados, como el cardenal Federico Borromeo, que era un entusiasta de esta pintura.
En cuanto a este lienzo, ten presente que es el único de toda su producción en el que no aparecen figuras humanas, sin embargo, pocos pintores han sabido representar de manera tan intensa objetos inanimados. Parece que se puede sentir el sabor de ese higo que se abre, suave y dulce, el aroma de las uvas recién cortadas, la consistencia de las hojas de vid que se marchitan en el cesto de mimbre en el que con tanta gracia aparecen dispuestas. Y la oruga que perfora la manzana en el centro de la composición sugiere el sentido del paso del tiempo, que excava en el fondo de las cosas y las corroe.
Con esta Cesta con frutas, Caravaggio nos ofrece un modelo insuperable, absoluto, de "naturaleza muerta". Nadie después de él logrará evocar el sentido de melancolía y de "verdad" conmovedora de este sencillo y extraordinario cesto de frutas.
CURIOSIDAD: al cardenal Borromeo le habría gustado poner otro cuadro parecido cerca del de Caravaggio, pero, como él mismo escribió, "nadie alcanzaba la belleza de este ni su incomparable excelencia". Por lo que la Cesta con frutas permanece sola.