Como habrás comprendido ya, que hoy podamos admirar esta Última Cena es casi un milagro: durante décadas, la pintura se ennegreció con los humos de la cocina de los frailes, y durante la ocupación napoleónica, la sala se convirtió en un establo para los caballos de los soldados. Y por si eso no fuera suficiente, durante la Segunda Guerra Mundial, el refectorio quedó destrozado por los bombardeos, y la obra permaneció durante meses expuesta a la lluvia y a la intemperie: si no se vino abajo fue únicamente gracias a un improvisado andamio formado ¡por sacos de arena!
Para intentar conservarla de la manera lo más fiel posible a cuando fue pintada, la Última Cena ha sido repasada y consolidada al menos siete veces a lo largo de los siglos. ¡Piensa que la última restauración ha durado cerca de veinte años!
La superficie se ha limpiado con delicadeza, fragmento por fragmento. Además del polvo y la suciedad atmosférica, se han retirado los retoques anteriores. La sala se ha equipado con sistemas de filtración del aire y con sistemas especiales de absorción del polvo, y el número de visitantes ha quedado estrictamente limitado. El aspecto que más te sorprenderá es que la pintura parece haberse vuelto mucho más luminosa. La luz que brilla en las tres ventanas por detrás de Cristo parece inundar no sólo las figuras pintadas, sino también a los visitantes.
Si prestas atención a los detalles, observarás que Leonardo dio gran importancia no sólo a las figuras, sino también a los objetos, que están reproducidos con un cuidado extraordinario: mira por ejemplo el mantel bordado y los reflejos de la comida en los platos de peltre... ¿no te parece que puedes tocarlos?
Te doy un consejo: observa con atención la parte superior y verás unos escudos rodeados por guirnaldas de hojas y frutas. Es una parte de la pintura a la que generalmente no se presta atención porque en cierto sentido es el marco. Son las llamadas "lunetas", y Leonardo pintó cuatro: tres están por encima de la escena y la cuarta está al lado, en la pared de la izquierda. Si te fijas con atención quedarás impresionado, porque revelan cómo Leonardo albergaba un profundo sentimiento hacia la naturaleza.
CURIOSIDAD: en su famosa novela "El Código Da Vinci", Dan Brown habla a menudo del Cenáculo. Según él, el apóstol Juan, ahora a la derecha de Jesús, sería en realidad una mujer, su pareja María Magdalena.