Cuando esta obra de Manet se expuso por primera vez en 1865 en el Salón de París, provocó reacciones muy dispares. Varios espectadores consideraron el cuadro obsceno, vulgar, porque representaba claramente a una prostituta, un tema absolutamente escandaloso para la respetable burguesía del siglo XIX.
El pintor se inspiró en un cuadro muy famoso de Tiziano Vecellio, la Venus de Urbino, actualmente expuesto en los Uffizi de Florencia, donde la diosa de la belleza aparece representada como una mujer joven, elegantemente tumbada en una cama, con un pequeño perro a sus pies, símbolo de la fidelidad conyugal. Pero Olympia se desvía enormemente del tema que la inspiró y de los cánones de belleza idealizados por los predecesores de Manet.
Si observas detenidamente la obra, podrás descubrir todas las pistas sobre la profesión de la protagonista, empezando por el nombre de Olympia, en aquella época muy utilizado como nombre artístico por bailarinas y prostitutas. El ramo de flores, probablemente regalo de un admirador; el gato negro a los pies de la chica, símbolo erótico vinculado a la sexualidad femenina; la orquídea en el pelo de la chica, las joyas y la sandalia de tacón que representan la sensualidad. Además, si observas detenidamente la cama, se aprecia que está claramente deshecha y Olympia aparece retratada en una pose que recuerda a algunas de las postales subidas de tono que circulaban ilegalmente en la época.
A Manet no solo se le cuestionó la temática del cuadro, sino también la técnica pictórica. Según sus detractores, el cuerpo de la protagonista era plano porque los colores y los reflejos oscuros no acentuaban la tridimensionalidad de las formas del cuerpo.
Además, no se apreciaba el marcado contraste entre el fondo oscuro, en el que se yuxtaponen varios colores muy oscuros, y la yuxtaposición de solo colores claros en la parte inferior del cuadro, como la piel pálida de la chica sobre las sábanas blancas.
Por último, el ramo de flores está apenas esbozado, con pinceladas de colores superpuestos que, de cerca, casi parecen un conjunto de manchas de color desordenadas, técnica que más tarde potenciarían los impresionistas, que se inspiraron en el propio Manet.
Afortunadamente, también hubo artistas que apreciaron la obra, como el escritor Émile Zola, exponente del naturalismo, que apostaba por la realidad psicológica y social en el arte, sin filtros morales.
Curiosidad: algunos visitantes del Salón de París quedaron tan impresionados al ver este cuadro que intentaron destruirlo. Para evitar daños, fue necesario colocar a dos policías para vigilar la obra.