El Museo de Orsay alberga varios lienzos de Vincent Van Gogh, entre ellos dos interesantes autorretratos, pero la Iglesia de Auvers-sur-Oise tiene un encanto especial porque representa el dilema más importante que atenazó al artista en sus últimos años de vida.
Auvers-sur-Oise es un municipio situado a unos treinta kilómetros de París, a orillas del río Oise, donde Van Gogh se había refugiado en la primavera de 1890, tras abandonar el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy, para confiarse a los cuidados del doctor Paul Gachet.
En solo dos meses, el pintor creó casi setenta obras, algunos incluso estiman que hasta cien, pero dos de ellas son extremadamente significativas: Campo de trigo con cuervos e Iglesia de Auvers-sur-Oise, que fue la última en la que trabajó antes de suicidarse.
Observa cómo la iglesia aparece distorsionada, casi temblorosa, inestable, igual que el alma del artista. Los colores son oscuros, inquietantes. Evidentemente, la intención del pintor no era reproducir fielmente la bonita iglesia de estilo gótico del pueblo, sino transmitir sus sentimientos. Ahora observa cómo en la parte inferior la escena está pintada en colores más claros y se destaca el cruce entre dos carreteras.
Pues bien, esta encrucijada representa muy probablemente la necesidad de Van Gogh de elegir un camino, de encontrar una solución a su malestar: morir o aprender a vivir con el dolor, con el sufrimiento.
En los mismos días en que Vincent pintó esta iglesia, pintó también Campo de trigo con cuervos, actualmente en el Museo Van Gogh de Ámsterdam, donde la bifurcación es siempre la protagonista, pero hay tres caminos representados. Quizás el artista vislumbró una tercera opción, quizás una recuperación de su enfermedad, pero, como bien sabes, murió a finales de julio de 1890, tras una larga agonía, de un disparo en el estómago y, como en otras ocasiones en el pasado, sin que nadie pudiera hacer nada por salvarle excepto asistir impotente a su final.
Curiosidad: según las cartas de Vincent a su querido hermano Theo, el pintor predijo ya en 1883 que no viviría mucho tiempo, indicando que moriría en un plazo máximo de diez años, como efectivamente ocurrió.