El Santuario de San Damián es un lugar fundamental en la historia de San Francisco y Santa Clara.
Corría el año 1205 cuando el joven Francisco, que acababa de renunciar a sus planes de partir hacia la Cuarta Cruzada como caballero, pasó por delante de la iglesia de San Damián.
El templo, erigido unos siglos antes, estaba en ruinas, pero el muchacho, sumido en una profunda crisis existencial, entró en él igualmente para rezar. Fue entonces cuando oyó una voz, procedente del crucifijo, que le instaba a reparar su casa, que estaba en ruinas.
Francisco comenzó inmediatamente a renovar la iglesia y el convento contiguo donde, en 1211, Santa Clara se trasladó con otras monjas, fundando la orden de las Damas Pobres de San Damián, que más tarde se convertirían en las Clarisas.
Fue en este convento donde Santa Clara pasó los siguientes 42 años, hasta 1253, cuando murió.
El complejo puede visitarse de forma independiente, siguiendo un itinerario indicado, o acompañado por uno de los Frailes Menores, que residen allí y lo gestionan, solicitándolo con antelación.
El interior de la iglesia es tan sencillo como el exterior.
Desde el pórtico de tres arcos situado frente a la fachada se puede acceder a la Capilla de San Jerónimo, a la derecha, con frescos del siglo XVI, y continuar el recorrido por la nave de la Iglesia de San Damián y la Capilla del Crucifijo, a la derecha, donde se encuentra un valioso crucifijo de 1637 de fray Inocencio de Palermo.
Al final de la nave, en el ábside, hay un coro de madera de 1504, una copia del crucifijo original de San Damián, hoy conservado en la basílica de Santa Clara, y frescos del siglo XIV que representan a San Damián, a San Rufino y a la Virgen con el Niño.
Además de la iglesia, se pueden visitar algunas estancias del convento, como el Coro de Santa Clara, donde las monjas se reunían para rezar, el Oratorio de Santa Clara, donde Santa Clara se retiraba a rezar, y el dormitorio.
Por último, te recomiendo que visites la Galería del Cántico, un espacio de exposición donde podrás admirar diversas obras de arte que celebran el Cántico de las Criaturas escrito por San Francisco.
Curiosidad: todas las monjas, incluida Clara, dormían tumbadas sobre un simple saco relleno de paja, para respetar la regla de pobreza absoluta en la que habían elegido vivir.