Estás entrando en una gran sala rectangular; contén la respiración, porque estás a punto de ver una obra maestra. Una estatua de Miguel Ángel, la Piedad Rondanini. Está solamente ella en esa sala: es tan importante que no se podía poner cerca de otra. Es más, si no tienes tiempo de visitar todo el Castillo Sforzesco, deberías comenzar por aquí.
Observarás rápidamente que no está terminada: Miguel Ángel murió mientras trabajaba en ella, con casi noventa años. Como sabrás, la palabra "Piedad" indica el tema de la estatua: es decir, la Virgen sosteniendo entre sus brazos el cuerpo de su hijo Jesús recién descendido de la cruz.
La Piedad Rondanini se presenta desde atrás, de espalda. A primera vista te parecerá casi un bloque de mármol en bruto. De hecho, rodeando la escultura observarás que algunas partes están bien definidas, por ejemplo, las piernas de Cristo. Las caras en cambio están apenas esbozadas, y se pueden distinguir fácilmente las marcas del cincel. A la izquierda también se ve un brazo de Cristo, que Miguel Ángel quería cambiar de lugar y que luego abandonó.
A pesar de que no está terminada, y tal vez por esta razón, se tiene un sentimiento de pena, de dolor, al ver a esta madre que abraza el cuerpo de su hijo muerto, tratando de mantenerlo en pie, pero sin fuerzas para hacerlo, pues de hecho se está deslizando hacia el suelo.
CURIOSIDAD: la Piedad Rondanini ha pasado muchas vicisitudes, y que hoy se pueda admirar es casi un milagro. En el siglo XVII, acabó en una tienda de Roma. Casi un siglo más tarde, fue comprada por los marqueses de Rondanini, de los que hoy toma su nombre, que la pusieron en su biblioteca. Luego pasó de un lado a otro, hasta que fue adquirida por la ciudad de Milán, ¡que en un momento había incluso pensado en ponerla en la cárcel de la ciudad! Luego se cambió de idea, por fortuna, y ahora brilla en una sala exclusiva para ella en el Castillo Sforzesco, un lugar digno de su valor.